Un día inolvidable en el monte.

El pasado lunes 6 de noviembre, los alumnos de 3º de la ESO del Colegio La Salle Montemolín vivimos una experiencia inolvidable. Todos juntos, alumnos y profesores, pasamos un día distinto a los que estamos acostumbrados. Un día lleno de naturaleza; sin clases, sin exámenes, sin libros… Pero atentos y dispuestos a aprender cosas nuevas, disfrutando de cada momento y de cada pequeño detalle de un día tan especial.

Preparados con nuestras botas de montaña y nuestros bocadillos nos subimos al autobús a las 8:30 de la mañana, rumbo al monasterio San Juan de la Peña; un antiguo monasterio, actualmente deshabitado, que se encuentra en la localidad de Botaya, al suroeste de Jaca, en la provincia de Huesca. Tiempo atrás, en él convivieron monjes de clausura, y a día de hoy es considerado como un gran centro cultural. Se trata de un extraordinario monasterio en pleno Pirineo Aragonés rodeado completamente por la naturaleza.

Pero antes de llegar allí, vino el viaje en autobús. Fue un divertido y entretenido trayecto en el que no faltaron las risas ni por un momento, porque no hay nada mejor que una excursión con todos tus amigos. Después de hacer una parada para almorzar en el bello pueblo de Santa Cruz de la Serós, por fin llegamos a nuestro destino. Tras hacernos una foto todos juntos en la puerta del monasterio nuevo, comenzamos nuestra visita. Tuvimos la suerte de contar con un guía que nos lo explicó todo perfectamente. Poco a poco, fuimos adentrándonos cada vez más en un desconocido bosque. Pasamos por un camino donde los árboles parecían poder tocar el cielo, pero nos salimos un momento del sendero para entrar en una parte en la que unas plantas un poco más bajas, nos cubrían totalmente. Después de caminar un rato, llegamos a una especie de mirador. Desde ahí pudimos observar las enormes y majestuosas montañas del Pirineo. Sus cimas, blancas ya por la nieve, las hacían todavía más maravillosas.
Tras la caminata, cogimos las mochilas; era la hora de comer. Sacamos nuestros bocadillos y comimos en unas mesas todos juntos, al aire libre. Después, estuvimos un rato hablando y haciendo fotos. Llegó la hora de irnos y todos coincidimos en que estábamos encantados con la excursión. Subimos al autobús, en parte agradecidos de poder estar al abrigo porque aunque el paseo había sido increíble, el frío y el viento nos acompañaron también durante todo el día.

Tan acostumbrados al ruido, a los coches, a la ciudada no prestar atención a esos pequeños detalles del día a día que tanta importancia tienen. Durante esta jornada de excursión pudimos desconectar de todo eso y adentrarnos en un lugar mágico: un lugar rodeado de enormes y fuertes árboles y de las más diminutas y delicadas flores. Un lugar en el que esos pequeños detalles sí tienen importancia y donde no apreciar todo lo que nos rodeaba resultaba imposible. Allí, al cerrar los ojos, comienzas a sentir todo más intensamente y eres capaz de apreciar el sonido de las hojas chocando contra el viento y el crujir de las que están secas al pisarlas. Aprecias ese olor a tierra mojada, ese silencio, el viento rozándote, el débil canto de un pájaro, que al unirse con el de los demás se convierte en uno solo y más fuerte Y te das cuenta de que todo eso resulta imperceptible en un día normal en la ciudad.
La inmensidad de aquella naturaleza, la magia de aquel lugar tan tranquilo y tan maravilloso quedará para siempre en nuestro recuerdo.
Gracias a la excursión aprendimos muchas cosas nuevas y nos dimos cuenta de todo lo que nos da la naturaleza. Por eso estamos convencidos de que hay que protegerla y cuidar de ella como ella hace con nosotros.

Definitivamente, fue para todos un día que nunca olvidaremos.

Marta Logroño. (3 ESO B)