Una larga lucha por librar: disciplina, perseverancia y talento.

¿Será casualidad que en la lucha libre los guionistas del espectáculo se denominen bookers y que aquí sea Atrapavientos el encargado de orquestar un show de improvisación literaria? En cualquier caso, tanto en la Lucha Libre como en su paranomásico reflejo artístico, son finalmente los combatientes los que convierten el enfrentamiento en espectáculo. La del viernes fue una de esas tardes de mascarada verbal y golpes de humor a ritmo de beat. Rafa Blanca se erigía con camiseta rayada y gorra de árbitro en el iluminado cuadrilátero para recibir a los artífices de las cabriolas literarias que nos amenizarían la velada. Tras presentar a los miembros del jurado, no tardaría en aparecer nuestra luchadora favorita, Caos. Lucía Palma
hizo gala de su seudónimo proyectando con frescura un caprichoso andamiaje donde los vocablos cactus, bandoneón y mancuerna se anclaban como soporte. Su estructura concatenada recordaba a una arrebatadora enredadera: indómita, natural, vigorosa y, sobre todo, bella. Los espectadores pudimos asomarnos a la ventana de la protagonista, deleitarnos
al son de pájaros y fuelle rioplatense, y acariciar el suave tacto emanado por la mujer que bailaba con pies descalzos.
Lucía, no te hiciste con el preciado cinturón, pero el del Patio de la Infanta no ha sido más que el ring de tu bautismo. Has hecho gala de juventud, valentía, templanza y domadora creativa del lenguaje. El combate literario es largo, pero cuentas con las ventajas de conocer sus claves: la lectura, la dignidad tras ser desenmascarada por tu adversario, la energía para levantarte y el cariño de tus seguidores. Enhorabuena, Lucía y ¡adelante!